lunes, 21 de junio de 2010

DE CÓMO CONOCER A UN VAMPIRO, AUNQUE LLEVE BAMBAS

Publicado originalmente el miércoles 23 de diciembre de 2009
No, no os dejéis engañar. No permitáis que una cierta apariencia de búho os confunda en la oscuridad; ni siquiera porque se pase todo el tiempo entre “uhú” y “uhú, en la oscuridad, quien, de por sí es de un natural parlanchín. Ni tampoco porque intente, desde la oscuridad, hipnotizaros con la mirada espiral del dominguero mercado de San Antonio. Y menos por su estatura y porte; que no todos los vampiros tienen por qué tener la estatura y elegancia de Christopher Lee, que tanto luce en la oscuridad; pero tampoco lo contrario. Ni tan solo por la cohorte de desabridos discípulos con dos agujeros sangrantes en su cuello, que, venidos desde la más oscura oscuridad, pululan en su rededor. Ni por su reacción ante crucifijos y ajos, que todo se aprende a soportar tras una vivencia - o no- prolongada entre las negruras de la oscuridad más lóbrega. Otra cosa es la del espejo: si pasa ante uno y no lo ve nobody: eso sí puede ser un síntoma; porque sólo es reconocible detrás de los espejos... o por esas viejas bambas que siempre le delatan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario