lunes, 21 de junio de 2010

MI ÚLTIMO ENCUENTRO CON DON BAMBAS

Originalmente publicado el 4 de julio de 2009 Para ser sincero, en el último encuentro con Don Bambas, no llevaba bambas; era la celebración de casi una boda de unos compañeros que seguramente tienen decidido serlo más entre ellos, pero que, con tanto cisma, probablemente dejen de serlo de muchos de los asistentes al acto.
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Me topé con ella, siempre amable y serena; incluso hablando de desavenencias. (Mejor que nadie vea la foto que nos sacaron, por la parte que me toca). Siempre de su parte; no sé si porque es el papel que le toca o porque se lo cree de pe a pa. Poco importa si se pone en el otro platillo de la balanza la exquisitez en momentos de desencuentro.
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Cuando, después de un buen rato, le pregunté a ella por él, por si iba a asistir, me hizo un gesto de “ahí lo tienes”. Por lo visto, habían venido juntos, aunque yo no me hubiese percatado. Le saludé. Me estrechó la mano que le tendí. No sé si fue un gesto inconsciente o si el gesto inconsciente fue el que me hizo a continuación, y que todavía no he podido descifrar: El gesto fue como haciendo aire con las dos manos a la altura de la cintura, más o menos, y que uno no supo, y no sabe, si le quiso decir, “¡aire!” o “ya hablaremos en otra ocasión” o sencillamente estaba emulando a la mismísima Sarita Montiel en sus buenos tiempos del cuplé.
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Supongo que se trataría de eso último, una especie de tic inconsciente o algo así, porque carecería de sentido que alguien que se las pasa, en su actual puesto de trabajo, defendiendo la libertad de expresión, cualquiera de las otras dos opciones, le quedarían un poco impropias; tan impropias, que se podría pensar que las bambas imprimen carácter.

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