miércoles, 7 de julio de 2010

LA FRANQUICIA DE LA ROSA


Los hay que tienen la vara de medir atrofiada. Los hay que saben sus límites, pero prefieren no reconocerlos. Los hay que saben que por medios propios no sobrepasan una determinada talla, pero que pretenden como el cuco beneficiarse de nidos ajenos. Los hay que terminan, también como el cuco, creyéndose que el nido es el suyo.

Si a uno le conceden, por ejemplo, una franquicia para la venta de la rosa, debe de saber que es para la venta de la rosa; que si lo que quiere es vender calzados deportivos, se la tiene que jugar, con las consecuencias subyacentes. Que es poco elegante usar nidos ajenos, para que tus huevos se desarrollen.

Los hay que les pasa como torero mejicano, Christian Hernández, aunque éste, al contrario que otros, tuvo huevos para reconocer su verdadera situación, cuando decía:
"La profesión que yo creí que era mía no lo es, respeto y admiro a todos los toreros, hay que tener muchos huevos para ponerse delante de un toro, y a mí, hoy, me faltaron".

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