martes, 7 de septiembre de 2010

EL KABUKI DE DON BAMBAS



Parece que, una vez metido en harina, DON BAMBAS fue a más: y de los sofisticados afeites pasó a las máscaras; y de entre ella fue a dar con la de El Niño. Queriendo emular la pureza de éste, el tal DON BAMBAS, sin menospreciar los blancos, negros y arreboles, que hasta entonces habían disfrazado su cara, optó por cubrir su maquillada cara con una careta de El Niño.

Oculto con el cambuj de su faro y guía, no sólo se sentía cómodo, sino que se veía capaz de asimilar sus más deplorables comportamientos: de calcarlos: si el duplicado echaba de su entorno a todos aquellos que no le obsequiaban con un amén por eterna respuesta: él otro tanto: a ninguno de los dos les importaba que su compañía gatuna no superara a cuatro en su total, ni que, como en el caso de DON BAMBAS, que su ejército se redujese a un soldado raso; eso sí, muy servil el edecán.

Valga de epítome. Que el tal DON BAMBAS había aprendido a esperar que la suerte le favoreciera cual eclosión de una flor, aportándole las diez de últimas, que le hiciese ganar en un juego de farol.

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